En la actualidad muchas de las actividades
que se realizaban por nuestros antepasados de manera manual y consciente han
cambiado. La globalización e industrialización han generado cambios mundiales y
en muchos casos son poco favorables para la humanidad, los seres vivos y el
planeta. Con la modernización e industrialización ingresó
en la civilización el término “simplificación” de las actividades, las tareas haciendo
la vida más compleja generando más existencia y menos vivir para sus
ciudadanos, escenario en el cual la agricultura deja de ser una agricultura
campesina para convertirse en agricultura intensiva.

Por lo tanto según el estudio realizado
por la profesora Olga Molina acerca del impacto ambiental de agroquímicos en los
altos Andes Merideños concluye que es necesario sembrar valores y conciencia;
mas allá de una actividad rentista y de la productividad y rendimiento de los
suelos; en consecuencia se está poniendo en juego la salud de las personas
influenciada por el consumo de productos agrícolas tratados químicamente.
Es necesario promover y difundir la
agricultura orgánica y de valores, un consumo sano a través de la siembra y cosecha
de cultivos tratados sin químicos, apoyar y difundir proyectos locales con
iniciativa y sentido social que pretenden rescatar aquellos valores que
quedaron opacados por una cultura consumista y cuyo fin es explotar los recursos
con el objeto único de la retribución económica.
Se debe sensibilizar tanto a los
productores como a consumidores acerca de la conservación del medio ambiente,
los ecosistemas y las consecuencias del uso de químicos sobre plantas, suelos y
su consumo. Es indispensable apoyar
proyectos locales que nacen debido a la detección de este tipo de necesidades por
parte de sus emprendedores; como lo es el Proyecto Agroecológico Techos Verdes,
un proyecto con valores ambientales cultivando la consciencia ecológica.
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